De modo similar a otros órganos, la glándula tiroidea es susceptible de desarrollar nódulos que pueden llegar a resultar malignos. No obstante, gracias a la accesibilidad de la glándula, tales nódulos se detectan fácilmente por medio del ultrasonido. Pero, por otro lado, para determinar si un nódulo es maligno, hay que introducir una aguja en el cuello del paciente y extraer una muestra de células. Tal procedimiento no sólo es costoso[1], sino muchas veces innecesario, pues la mayoría de los nódulos (alrededor de un 70%) son benignos.
Los nódulos malignos son más rígidos que los benignos o que el tejido tiroideo. Por su parte, el ultrasonido, al ser un estímulo mecánico, puede distinguir diferencias en la elasticidad. La cuestión es si, además de detectar los nódulos, puede diagnosticar su malignidad. Según Yongmin Kim y su equipo, sí.
El equipo de Kim ha inventado un algoritmo que optimiza el uso de los datos obtenidos con el ultrasonido. El algoritmo calcula dos cantidades: la velocidad de deformación absoluta píxel por píxel y una medida píxel a píxel del contraste local. A partir de estas, se crea un mapa de contraste de elasticidad. La incorporación del contraste local es especialmente útil a la hora de revelar pequeños nódulos malignos, cuya rigidez característica podría verse enmascarada por la mayor elasticidad del tejido circundante.
Para probar este algoritmo, se realizaron pruebas en pacientes cuyos nódulos tiroideos se habían evaluado de forma independiente con otros métodos. Y el resultado fue altamente satisfactorio: se identificaron correctamente 19 nódulos malignos de un total de 20 y 76 nódulos benignos de un total de 103.
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Fuente:
http://www.physicstoday.org/resource/1/phtoad/v65/i5/p19_s3
1. ^ Unos 1500 $ en los Estados Unidos.
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