Para reproducirse, los virus se apropian de las fábricas moleculares del huésped. Pero un equipo dirigido por Robert Stahelin (Escuela de Medicina de la Universidad de Indiana y Universidad de Notre Dame, Indiana) ha descubierto algo diferente. El virus letal del Ébola aprovecha otra molécula totalmente diferente que se halla dentro de las células: la actina.
Partículas del virus Ébola vistas a través de un microscopio electrónico de barrido. [Imagen: Charting the Path of the Deadly Ebola Virus in Central Africa. PLoS Biol 3/11/2005: e403 doi:10.1371/journal.pbio.0030403] |
La actina se polimeriza formando filamentos que conforman la estructura interna de la célula. Su presencia en las cápsides del Ébola ya se había detectado antes, pero su papel no estaba claro. Para resolver el misterio, Stahelin y su equipo crearon células mutantes cuyas moléculas de actina se etiquetaron con mCherry, una proteína fluorescente roja. También crearon proteínas mutantes del Ébola que, cuando se expresan, etiquetan una proteína de la cápside llamada VP40 con EGFP, una proteína fluorescente verde.
Usando microscopía confocal y rastreo de una sola partícula, el equipo de Stahelin halló que los filamentos de actina no solo atraían al VP40, sino que dirigían el movimiento de las proteínas por la célula. Además, introduciendo en las células una toxina que inhibe la polimerización de la actina, descubrieron que los filamentos de actina fomentan la construcción de la cápside.
Dado que la actina se encuentra en todas las células con núcleo, no parece sorprendente que un virus evolucionara para aprovechar esta molécula. Pero ahora que se ha revelado la dependencia que el Ébola tiene de la actina, tenemos una pista más para hallar un tratamiento para esta enfermedad que generalmente mata al 90% de sus víctimas.
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Fuente:
http://scitation.aip.org/content/aip/magazine/physicstoday/article/66/1/10.1063/PT.3.1847
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