martes, 27 de noviembre de 2012

El Sol: fotosfera, corona,...

A pesar de la distancia que separa el Sol de la Tierra, el hombre ha sido capaz a lo largo de su historia de entrever la compleja estructura y variabilidad del Sol. Por ejemplo, en el 364 a. C., el astrónomo chino Gan De observó manchas solares, que ahora sabemos que son producto de los campos magnéticos. La corona solar es visible desde la Tierra durante los eclipses solares totales. También se puede ver la cromosfera solar durante un eclipse, justo por encima del limbo; se trata de grandes protuberancias de color rojo (de ahí su nombre), fruto de la transición de los átomos de hidrógeno desde los estados excitados n=3 a n=2.

Solar eclipse
Representación gráfica de un eclipse solar total.
Pueden apreciarse la corona solar y la cromosfera.
El Sol es una bola de gas sometida a sus propias fuerzas de gravitación con un núcleo calentado por fusión nuclear. Esta energía se desplaza por radiación y convección desde el núcleo a 1.6 × 107 K hasta la fotosfera a 5800 K. La fotosfera es la superficie visible del Sol, que tiene un grosor de sólo unos 174 km, cantidad que es el resultado del equilibrio hidrostático entre la presión (P) y la gravedad (g) a la densidad (ρ) de la superficie (P/ρg). La fotosfera es suficientemente densa como para ser opaca, lo que le da un aspecto sólido, y tiene una forma de esfera casi perfecta debido a la gravedad.

El calentamiento y la dinámica de la corona solar aún permanecen un misterio, pero su aspecto puede explicarse de forma sencilla. Por ejemplo, debido a que la presión magnética en la corona (o su densidad de energía) es mucho mayor que la presión de gas y la densidad de energía del potencial gravitatorio, el plasma de la corona traza las líneas del complejo campo magnético solar.

Pero, entre la fotosfera y la corona, existe una zona intermedia, constituida por la cromosfera y la región de transición, en la que las suposiciones usuales no se cumplen. Podremos saber un poco más de esta zona en el próximo artículo.
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Fuente:
http://www.physicstoday.org/resource/1/phtoad/v65/i4/p72_s1

miércoles, 21 de noviembre de 2012

Plástico que detecta materiales nucleares

En el Laboratorio Nacional Lawrence Livermore de California (LLNL por sus siglas en inglés) han desarrollado un plástico económico y no peligroso para detectar los patrones neutrónicos característicos de materiales que pueden usarse para crear armas nucleares. Es capaz de distinguir eficientemente neutrones y rayos gamma, por lo que podría usarse en detectores de radiación de mano para las inspecciones internacionales de las plantas de enriquecimiento de uranio y los reactores nucleares. Podría llegar a reemplazar o complementar los detectores de neutrones de los monitores de portal de radiaciones que usan el escaso helio-3.

Neutron detector
Examinando el nuevo plástico con un instrumento
que produce luz ultravioleta y hace que el material
brille con un color azulado.
Los detectores de 3He identifican neutrones térmicos (de baja energía), mientras que este nuevo polímero centellea con los neutrones de alta energía, los que emiten los isótopos fisibles uranio-235 y plutonio-239. Estos neutrones tienen un gran poder de penetración y se pueden detectar a decenas de metros de la fuente. Además, el nivel de fondo de neutrones rápidos es dos órdenes de magnitud más bajo que el de los neutrones térmicos, por lo que sólo es necesario detectar unos pocos para indicar la presencia de materiales susceptibles de ser usados en armas.

Monitores de portal que usen el nuevo material podrían estar listos para ser probados en menos de dos años, a lo que seguirían los detectores de mano. Podría incluso llegar a reemplazar definitivamente los centelladores líquidos que suelen usarse en las tomografías de neutrones y otras aplicaciones científicas.

El equipo está ahora tratando de elaborar un plástico que detecte neutrones térmicos, que son los que identifican los tubos de 3He en la mayoría de monitores de portal actuales.
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Fuente:
http://www.physicstoday.org/resource/1/phtoad/v65/i3/p28_s1

viernes, 16 de noviembre de 2012

100 años de rayos cósmicos (y VII)

(Este artículo es continuación de 100 años de rayos cósmicos (VI). Te recomiendo que lo leas primero.)

Kenneth Greisen y, de forma independiente, Georgiy Zatsepin y Vadim Kuzmin descubrieron en 1966 que los protones de los rayos cósmicos por encima de un umbral de energía de unos 3 × 1019 eV perderían energía a través de la interacción con fotones poco energéticos de la radiación de fondo de microondas, produciendo piones en el proceso. Por lo tanto predijeron que el espectro de energía mostraría una caída brusca en el umbral; es lo que se conoce como el límite GZK.

Pero existe otra alternativa, ya que hay indicios de que el flujo de radiación cósmica a las energías más altas podría estar dominado por núcleos de hierro en lugar de protones; entonces, la caída podría ser un umbral de fotofragmentación nuclear. También podría ser el reflejo del límite de aceleración de algún tipo de fuentes extragalácticas.

El flujo de partículas de alta energía que llega a la Tierra desde más allá del sistema solar no sólo incluye partículas cargadas, sino también neutras, como los rayos gamma y los neutrinos. Nuevas técnicas de detección diseñadas en principio para la física de partículas se usan ahora también en la investigación de la radiación cósmica. Y a los globos se han unido grandes detectores en satélites.

Rayos cósmicos
En el espacio, tenemos detectores como el PAMELA y el Fermi, al que se ha unido recientemente el AMS-02. En el suelo, están el Observatorio Pierre Auger (Argentina), la colaboración internacional Telescope Array (Utah, Estados Unidos), el detector de neutrinos IceCube (Polo Sur) y el telescopio de neutrinos ANTARES (cerca de la costa de Tolón, Francia).

En estas instalaciones (y muchas más), se busca la respuesta a preguntas como: ¿Cuáles son las fuentes extragalácticas de los rayos cósmicos más altamente energéticos? ¿Qué mecanismo alimenta los estallidos de rayos gamma que vemos por el cosmos? ¿Qué nos pueden decir los rayos cósmicos sobre la composición de la materia oscura no bariónica?

Como veis, mucho hemos aprendido y mucho nos queda por aprender. "El camino de la ciencia es infinito".
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Fuente:
http://www.physicstoday.org/resource/1/phtoad/v65/i2/p30_s1

domingo, 11 de noviembre de 2012

Ultrasonido para diagnosticar cáncer de tiroides

De modo similar a otros órganos, la glándula tiroidea es susceptible de desarrollar nódulos que pueden llegar a resultar malignos. No obstante, gracias a la accesibilidad de la glándula, tales nódulos se detectan fácilmente por medio del ultrasonido. Pero, por otro lado, para determinar si un nódulo es maligno, hay que introducir una aguja en el cuello del paciente y extraer una muestra de células. Tal procedimiento no sólo es costoso[1], sino muchas veces innecesario, pues la mayoría de los nódulos (alrededor de un 70%) son benignos.

Los nódulos malignos son más rígidos que los benignos o que el tejido tiroideo. Por su parte, el ultrasonido, al ser un estímulo mecánico, puede distinguir diferencias en la elasticidad. La cuestión es si, además de detectar los nódulos, puede diagnosticar su malignidad. Según Yongmin Kim y su equipo, sí.

Thyroid - UltrasoundEl equipo de Kim ha inventado un algoritmo que optimiza el uso de los datos obtenidos con el ultrasonido. El algoritmo calcula dos cantidades: la velocidad de deformación absoluta píxel por píxel y una medida píxel a píxel del contraste local. A partir de estas, se crea un mapa de contraste de elasticidad. La incorporación del contraste local es especialmente útil a la hora de revelar pequeños nódulos malignos, cuya rigidez característica podría verse enmascarada por la mayor elasticidad del tejido circundante.

Para probar este algoritmo, se realizaron pruebas en pacientes cuyos nódulos tiroideos se habían evaluado de forma independiente con otros métodos. Y el resultado fue altamente satisfactorio: se identificaron correctamente 19 nódulos malignos de un total de 20 y 76 nódulos benignos de un total de 103.
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Fuente:
http://www.physicstoday.org/resource/1/phtoad/v65/i5/p19_s3

1. ^ Unos 1500 $ en los Estados Unidos.

martes, 6 de noviembre de 2012

100 años de rayos cósmicos (VI)

(Este artículo es continuación de 100 años de rayos cósmicos (V). Te recomiendo que lo leas primero.)

Un experimento en globo a 30 km en 1947 reveló que había más que protones en la radiación cósmica. Hoy se sabe que el flujo primario de rayos cósmicos se compone aproximadamente de 87% de protones, 11% de helio y 2% de elementos más pesados. Las abundancias nucleares son similares a las del sistema solar, pero las diferencias dicen más. Por ejemplo, se puede calcular que el flujo de 10Be[1] viaja una media de 5 millones de años hasta llegar a la Tierra.
Antimatter
En 1955, Luis Álvarez descubrió el antiprotón, lo que impulsó una búsqueda de antimateria cósmica. ¿Podrían existir antimundos que nos estuvieran enviando sus antipartículas? La verdad es que, por más que se buscó, no se han encontrado antinúcleos más pesados que el antiprotón. Ya apenas se considera la posibilidad de que existan islas de antimateria.

No obstante, los resultados implican un origen adicional para los positrones, aparte de las colisiones interestelares. El exceso de positrones puede venir de fuentes estelares de alta energía, como los púlsares, o de la destrucción de partículas de materia oscura aún no identificadas.

En 1932 Patrick Blackett y Giuseppe Occhialini iniciaron el estudio del espectro de energía de los rayos cósmicos. Llegaron hasta 20 GeV. En la actualidad, se han observado energías de radiación cósmica primaria hasta unos 1020 eV, pero tales sucesos son extremadamente raros.

Las cascadas de partículas que provocan los rayos cósmicos primarios se pueden detectar en una gran extensión del suelo. Se han registrado separaciones de hasta 300 m. Una sola cascada puede contener más de un millón de partículas secundarias. Al principio, se pensaba que eran cascadas electromagnéticas (de gammas y pares electrón-positrón), pero luego se comprendió que la amplia extensión lateral de las mismas se debía a colisiones nucleares que generaban piones.

Aún nos quedan algunas cuestiones finales. No te pierdas el último artículo de esta serie sobre los rayos cósmicos.
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Fuente:
http://www.physicstoday.org/resource/1/phtoad/v65/i2/p30_s1

1. ^ El litio, el berilio y el boro son mucho más abundantes en los rayos cósmicos que en el sistema solar.

viernes, 2 de noviembre de 2012

100 años de rayos cósmicos (V)

(Este artículo es continuación de 100 años de rayos cósmicos (IV). Te recomiendo que lo leas primero.)

La cámara de niebla de Wilson permitía seguir el rastro de partículas individuales cargadas que se formaban en las cascadas iniciadas por los rayos cósmicos primarios. En 1932, usando una cámara de niebla dentro de un campo magnético, Carl Anderson hizo el primer descubrimiento en la exploración del mundo de las partículas: el positrón, que nos abrió la puerta de la antimateria. Por ello Anderson compartió el premio Nobel con Hess en 1936.
Cloud chamber positron
Imagen de una cámara de niebla.

En 1936, con otra cámara de niebla y su estudiante Seth Neddermeyer, Anderson hizo un nuevo descubrimiento. Con una masa intermedia entre el electrón y el protón, ¿podría ser la partícula predicha por Yukawa, mediadora de la interacción fuerte en los núcleos[1]? Parecía ser que no, pues tenía una vida media demasiado larga (unos 2 μs) y la interacción con la materia era demasiado débil. En realidad, se trataba del muón, un leptón cargado parecido al electrón, sólo que 200 veces más pesado.

Hacia el final de la Segunda Guerra Mundial, empezó a usarse la técnica de la emulsión nuclear. Con ella y a 5,5 km en los Andes bolivianos, Cecil Powell y sus colaboradores encontraron por fin en 1947 el mesón de Yukawa: el pión[2]. Así, en 1950 Powell recibió el premio Nobel de física por su desarrollo del método fotográfico para estudiar procesos nucleares y por sus descubrimientos de mesones con este método.

Empezaron, entonces, a sucederse nuevos descubrimientos. Partículas neutras desintegrándose en dos partículas cargadas: el mesón K en dos piones cargados (George Rochester y Clifford Butler, 1947); el hiperón Λ en un protón y un pión negativo. El mesón K+ en tres piones cargados (Powell, 1948). Todas estas partículas se creaban en las cascadas de protones primarios que interaccionaban en la atmósfera.

Tras dos décadas de descubrimientos, la física de partículas empezó a desplazarse a los aceleradores. Así, la investigación de los rayos cósmicos pasó a la astrofísica y la cosmología, comenzando a estudiarse su composición, sus fuentes y los mecanismos de aceleración que los producían.

Pero, aún nos queda saber qué más había en los rayos cósmicos, además de protones. Y en cuanto a la antimateria y los antimundos... No te pierdas el siguiente artículo de la serie.
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Fuente:
http://www.physicstoday.org/resource/1/phtoad/v65/i2/p30_s1

1. ^ Posteriormente, con el desarrollo de la cromodinámica cuántica, el gluón desplazó al pión como mediador de la interacción fuerte.
2. ^ Con una vida media de unos 10 ns.
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